Siendo la calle tan poco ancha, resulta difícil observar la fachada en su totalidad. Sin embargo, se puede acceder al interior a través de unas magníficas puertas de arcos parabólicos. La entrada tiene unas dimensiones impresionantes, pensadas para que los visitantes pudiesen acceder a ella montados en sus caballos, o bien en sus carruajes. Para los caballos existían en el sótano establos, lo cual en aquella época era totalmente innovador.