Santa María del Mar es una iglésia gótica de Barcelona, situada en el barrio de la Ribera y construida entre 1329 y 1383. Los maestros de obra fueron Berenguer de Montagut (el diseñador principal del edificio) y Ramón Despuig.
La construcción comenzó el 25 de marzo de 1329, tal como lo atestiguan las lápidas del portal de las Moreras. Un hecho destacable, que aún perdura: se acuerda que la obra había de pertenecer, exclusivamente, a los feligreses, únicos responsables materiales del templo, ya que ellos fueron quienes la sufragaron; este hecho es una clara contraposición a la catedral que por aquellas mismas fechas también se estaba construyendo y que debía pertenecer, mayormente, a la nobleza y al alto clero. Parece ser que en la construcción participó activamente toda la población de la Ribera, en especial los descargadores del muelle, llamados galafates de la Ribera o bastaixos, los cuales llevaban las enormes piedras destinadas a la construcción de la iglesia desde la cantera real de Montjuïc y desde las playas, donde estaban los barcos que las habían traído a Barcelona, hasta la mismísima plaza del Borne, cargándolas en sus espaldas, una a una.
Exteriormente, es la única gran iglesia gótica catalana perfectamente acabada. En sus fachadas encontramos los caracteres del gótico catalán, los cuales se diferencian de los caracteres del gótico europeo. En el gótico catalán dominan las líneas horizontales y predominan los espacios llenos sobre los vacíos, terrados sin techo y preferencia por las grandes superfícies desnudas. Los contrafuertes son macizos, sin arbotantes, al contrario de lo que observamos en las catedrales góticas europeas, y las torres son octogonales y acabadas con terrados.El interior de la iglesia es de una belleza extraordinaria y posee unas condiciones acústicas que hacen de este edificio religioso un espacio idóneo para conciertos, en el cual, en diversas ocasiones, se ha podido escuchar jazz, además de conciertos de música clásica y oriental.
Seguramente es el edificio más lógico, más científico y más armonioso de esta época, porque combina la ingeniería y la poesía plástica como ningún otro.
El gótico catalán, se caracteriza por la austeridad y la sensación de un espacio único, a pesar de que las iglesias tengan naves.
Este templo desde el exterior nos enseña un aspecto sobrio, muy solido donde predominan las líneas rectas que apenas llama la atención, debido a la estrechez de las calles que la rodean. Es un auténtico tesoro, en su conjunto. Ya en su interior, comprobamos que consta de tres naves, con deambulatorio y sin crucero.
No dejará de sorprender al viajero, cuando al traspasar sus muros, compruebe la formidable altura que alcanza su nave central y las impresionantes columnas octogonales, que posee; además del sugestivo rosetón, con una claraboya flamígera del S. XV que no es la original, porque esta fue destruida en el terremoto del 2 de febrero de 1428, que asoló la ciudad.
Por la igualdad de sus naves y por la separación entre los pilares, de 15 metros, no tiene igual en toda Europa.
Santa María del Mar, es un prodigio de las Matemáticas y de la Geometría Sagrada. Toda la iglesia es un juego numérico perfecto, nada es azar, todo está calculado hasta el mínimo detalle en su simbología. En este edificio singular todo conforma un puzzle perfecto, donde cada pieza encaja, y lo que dibuja es un cuadrado perfecto que podemos inscribir en una circunferencia. Uno de los secretos mejor guardados de los maestros canteros era precisamente lograr lo que podemos hacer en este edificio: dividir la anchura total de la Iglesia en en 10 partes iguales. La anchura del espacio que ocupan la nave central y las laterales juntas, es decir, ocho de estas partes, equivale a la altura de las naves laterales, mientras que la mitad de este radio determina la altura de las capillas laterales. Un radio de cinco partes determina la altura de la línea de impostas, donde nacen las bóvedas, situándose, a la mitad de la altura del edificio.
Y es que uno de los motivos por el que esta iglesia tiene esta simetría y esta sensación de espacio único está en la simbología. En el Apocalipsis de San Juan, se describe la ciudad de Dios, la Jerusalén Celeste como una ciudad perfecta.
La nueva Jerusalem desciende de los cielos y reaparece aquí, entonces, el Paraíso terrestre. La «rueda de los tiempos» vuelve a girar, de modo que si al final de un ciclo se realiza la «cuadratura del círculo»,el ciclo nuevo ha de iniciarse con la «circulatura del cuadrado».
No podemos olvidar la frase de San Bernardo de Claraval, auténtico promotor del ideario templario, Dios es anchura, altura, y profundidad, y esa sensación de amplitud, sigue además con la definición de que Dios es infinito y es infinito porque es libertad. Con estas sencillas palabras, San Bernardo, nos explicaba que en estos edificio góticos encierran los secretos de Dios, y su creación, entre sus muros. Y este que nos ocupa, es uno de los mejores ejemplos.
Santa Mª del mar, a pesar de no ser una construcción demasiado grande, tiene 4 puertas que simbolizan los cuatro tiempos del año litúrgico. Además, tal y como señala Jean Hani, las puertas cristianas, son las puertas solsticiales, las cuales son la imagen de la Puerta al Cielo que no es otra que el propio Cristo, de ahí que encontremos en ellas, el Cronocrator o Cosmocrator.
Y es fácil ver los simbolismos zodiacales, en las jambas de todas ellas.
Los nombres que reciben las puertas, que vulgarmente se conoce entre los barceloneses como La catedral de Santa Maria del Mar, a pesar de ser técnicamente una basílica son: Puerta de los «Sombrerers», que es la más antigua. La de les «moreres», el fossar de les moreres. La del Born, la más nueva y la principal.
Podemos ver en la puerta del Born, las esculturas de unos hombrecillos que portan algo pesado sobre sus espaldas. Según la tradición, son los denominados «bastaixos» del barrio de la Ribera. Estos eran los estibadores del muelle que tomaron parte en la construcción del templo, ya que fueron ellos los que transportaron las piedras desde las canteras de Montjuic.
Sincero homenaje de los maestros canteros a estos trabajadores a cuyo esfuerzo debemos el deleite por esta maravilla arquitectónica.
Recomendamos al visitante, que observe los escudos de los mecenas de la catedral, ya que algunos tienen un simbolismo enraizado en los hermanos canteros.
Por todo este vasto simbolismo, de clara herencia templaria, es el que ha conseguido tantas lucubraciones sobre su pertenencia a la Orden del Temple. Pero sea esta influencia cierta o no, sin duda, nadie que visite Barcelona, puede dejar de visitar este edificio, a pesar de no ser tan conocido como la catedral o la Sagrada Familia